Actualmente, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el deterioro articular es una de las diez enfermedades más discapacitantes a escala mundial y el tercer problema de salud más importante en los países desarrollados. Entre el 70 y el 85% de la población adulta sufre alguna vez a lo largo de su vida dolor de espalda por deterioro articular, y a partir de datos de la Sociedad Española de Reumatología, en el año 2016 más de la mitad de la población con una edad superior a los 50 años muestra signos radiológicos de degeneración articular a nivel de la rodilla, siendo esta incidencia superior en mujeres de más de 55 años.

La pregunta a la que pretende responder este artículo es si se puede prevenir o no, y si se puede, cómo. Para ello haremos primero una breve revisión de la enfermedad y de sus causas o factores de riesgo más comunes, antes de entrar en su prevención y posibles herramientas con las que tal vez es posible prevenirla al 100%, o al menos retardar su evolución.

El deterioro articular se produce cuando los huesos, ligamentos, tendones, meniscos, cartílagos y otras estructuras específicas de la articulación ven disminuida su capacidad funcional de forma progresiva, provocando dolor.

Recordemos que la articulación consta de tres partes de las que depende su estabilidad: el hueso y las estructuras intraarticulares, los ligamentos y, por último, los tendones y músculos.

Las causas de desgaste irán ligadas a la alteración del funcionamiento habitual de alguno de estos elementos, y son principalmente tres:

Artrosis. La más relevante y común de las causas de desgaste es la artrosis, un proceso en el cual se destruye el cartílago articular. A menudo empieza con una lesión articular que solo afecta a una zona pequeña, produciéndose en una segunda fase un engrosamiento óseo, una destrucción de la superficie articular y una deformación progresiva que puede llegar a provocar la desaparición del cartílago afectado. En una fase final puede llegar a ser una articulación totalmente osificada. Este proceso degenerativo implica que pase a afectar también a otros componentes de la articulación (tales como tendones o ligamentos) por el desprendimiento de pequeños fragmentos de cartílago, aumentando el roce y la fricción.
Inestabilidad articular. Otra de las causas de desgaste es la inestabilidad articular, provocada por la falta de tensión en los ligamentos. El paciente, por el motivo que sea, ha perdido el control sobre la articulación, lo que acostumbra a estar relacionado con algún traumatismo previo, aunque también existen otras causas (por ejemplo, el síndrome de inestabilidad articular o de Ehlers-Danlos). Esta laxitud de ligamentos hace que los músculos tengan que trabajar más para controlar la articulación (provocando sobrecarga y contracturas), y además el roce entre los cartílagos produce su desgaste y desencadena lo que suele llamarse «artrosis prematura».
Lesiones tendinosas. Otra causa de desgaste que podemos mencionar son las lesiones tendinosas, que se producen por deterioro de los tendones, provocando dolor e inflamación. Pueden ser una simple inflamación, tendinitis o tendinosis (degeneración de la estructura del tendón).